Nov 22

YO SOY EL ESEQUIBO

Dr. Aníbal Galicia UNEFA Núcleo Caracas

Hoy nos cita la historia, el devenir, la Patria. Varios siglos han pasado desde que esta tierra fuera declarada Capitanía General de Venezuela, luego República y hoy República Bolivariana, reivindicando el horizonte emancipador y de consolidación nacional, que el hombre grande, Libertador de nuestro país, consolidó en las palabras gloriosas de su sempiterno discurso americanista para definirnos como una sola voz, una sola alma, el alma venezolana, residente en la Tierra de Gracia, cuyos linderos abrazan a su hermana Colombia, al gigante de América y a la hoy República de Guyana.

La Guayana Esequiba no debe ser ya dicha, sino redefinida como el brazo fuerte y variopinto, linguo diverso de nuestro país. Y así debe comprenderse para interpretar los hechos que nos encaminan hacia el fortalecimiento de la construcción patriótica. En otrora, la exposición escolar de este rocambolesco caso de disputa territorial se limitó a la muestra cartográfica de una zona llamada en reclamación, que con la más firme seguridad los niños y jóvenes estudiantes coloreaban con rayas identitarias a ese territorio aún desconocido, pero nombrado por todos.

Sin duda alguna, no se defiende lo que se desconoce; por el contrario se convierte en una entidad carente de significado, anclada a un extrañamiento que volverá abstracto lo que se está conociendo. Este complejo proceso de pensamiento transita, posteriormente, a la concreción de la idea; sin embargo, en este caso particular, hemos sido los legos nacionales que vimos actuar en la disputa limítrofe de El Esequibo a los que décadas atrás fueron considerados la mano fuerte de la política y el conocimiento, residiendo en el estado un problema que eran propios de la nación, lo que llevó a distanciarnos de esa realidad, conocerla por mera referencia y convertirla en una abstracción.

Los tropiezos históricos que nos sucedieron como país sobre ello y la conciencia nacional, no obstante los importantes esfuerzos realizados para su resolución, exigieron que se deslocalizara el privilegio estatal para compartirlo con cada ser humano que habita la tierra sagrada de Bolívar. Aunque tarde, es un reconocimiento que hoy se impone como una necesidad natural y ciudadana, pues «La patria es el ser, es el espacio de vida y sentimientos que une nuestro afecto con la tierra de la que provenimos; es la deidad suprema ante la cual depositamos todas las esperanzas, todos los sacrificios, todos los sueños… ¡la patria!…» (Díaz Bermúdez, 2010). En este sentido, es menester recordarnos que somos copartícipes y corresponsables sobre nuestro destino, por lo que cada acción cuenta para crear futuro o mejor, futuridades. Este protagonismo se entiende desde la descolonización de nuestro pensar y nos afirma, no que El Esequibo es nuestro, sino yo soy El Esequibo.

Derivado de ello y en el marco de esta reflexión se nos pide saber, pero también debemos exigirnos comprender los relatos que han construido una narrativa desdibujada desde el norte y desde el país vecino del este, que azuzado por las voces de multinacionales recrea a su merced un marco situacional de conflicto soberbio, irrespetuoso y agresor, que no se corresponde con la actitud propia, manifestada por nuestro país. Ello ha llevado a ponernos de pie y situarnos en la suspensión de nuestro pensamiento, duramente aturdido por la realidad golpeante, a reclamarnos y asumir nuestra identidad patriótica en esta coyuntura para rechazar el fraudulento Laudo Arbitral de París de 1899, apoyar el Acuerdo de Ginebra de 1966 como el único instrumento jurídico válido para alcanzar una solución práctica y satisfactoria para Venezuela y Guyana, no reconocer la Jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia, oponerse a la pretensión de Guyana de disponer unilateralmente de un mar pendiente por delimitar, de manera ilegal y en violación del derecho internacional, y apoyar la creación del estado Guayana Esequiba.

Ya no debemos pelear por un territorio, sino abordarlo, echar raíces en él, que su tierra sea nuestra sangre y su aire nuestras palabras y actuación, no es necesario recuperar lo que es nuestro; hoy es necesario comprender que somos El Esequibo. De esta manera, otra historia se escribirá.